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Críticas de películas, libros y lo que se presente.

La carrera de la muerte del año 2000

A ver, que levanten la mano los que supieran que esta película existía. De la mitad que han levantado la mano, la mitad mentirosos, la otra mitad… joder que frikis podéis llegar a ser.

La carrera de la muerte del año 2000 (Death Race 2000) es una serie Z de mitad de los 70 con David Carradine a la cabeza del reparto (ese David que está a la cabeza de prácticamente cualquier atentado de serie Z en esa época), haciendo el papel de Frankenstein, el único piloto que ha conseguido ganar varias veces la carrera de la muerte (entre otras cosas porque casi siempre es el único superviviente), y le acompaña así en plan iniciatico Silvester Stallone (haciendo del maloso, Joe «Metralleta» Viterbo, que no Biturbo).

Pongámos en situación la película. Es el futuro (o lo era, porque transcurre en el 2000), y los USA (o puede que el mundo) está dominado por un tío que siempre sale por tv en plan dios, y para distraer a las masas una vez al año se hace una carrera de costa a costa de Norteamérica, en que no solamente se gana llegando el primero, sino atropellando al mayor número de personas posible. Salen varios coches y se va montando la masacre subsiguiente (con poco ketchup, eso si) entre corredores y gente que le pillaba en la calle; se descubre que hay una conspiración y la película acaba con mensaje y todo (todo el mensaje que quepa en esta aberración fílmica). En teoría la película es seria, chistes como tales los justos, pero es irremediable la carcajada en algunos momentos, como cuando las enfermeras sacan a los yayos en silla de ruedas a la carretera para que Frankenstein los atropelle…

Ahora vamos al despelleje. La película tiene un argumento estúpido, un guión ridículo, la dirección brilla por su ausencia, la música es insulsa y los actores (empezando por Carradine y acabando con Stallone, con todos los de en medio) son pésimos: o sea, hay que verla. Es la típica película que es tan soberanamente mala que cae hasta simpática, y un par de amigos (o más, cuantos más seamos más nos reiremos) y palomitas la convierten en firme candidata a pasar la tarde sin más intención que echar unas risas sin el menor calentamiento de cabeza.

Nota: Carmageddon, el juego de PC y consolas que apareció hace años y engendró dos secuelas hasta la fecha está MUY inspirado en esta película, incluso los coches son calcados (el Eagle de Carmageddon es igual que el coche de Frankenstein). Si te gustó el juego no puedes dejar pasar la oportunidad de ver la película.

Alejandro Magno

Aprovecho que he visto Alejandro Magno para resucitar ésta sección que lleva muerta y enterrada desde el Ares Research II (ahora, parafraseando a Alaska, mi sección es un zombie).

Pues ahora que la he visto ya puedo opinar. La película me ha gustado bastante, aun cuando podían haberse limitado a encadenar batallas y de vez en cuando un diálogo han sabido tratar lo que el título dice «Alejandro Magno», eso sí, hay que verla teniendo un poco de idea de cómo era la sociedad en que se mueve Alejandro, machista al máximo, y en la que la relación carnal entre hombres es lo más normal del mundo (entre otras cosas, como las mujeres en las batallas traían mala suerte, las tiranteces se resolvían con maromos tiennos); las batallas, por otro lado son de las más inmersivas que he visto en la vida, las polvaredas dificultando la visión, el estilo de cámara en mano, la confusión (la de veces que se ve saltar sangre y no saber muy bien de donde), etc, prácticamente te sientes allí.

Sin embargo también tengo algunas quejas, y no solo por el tono del rubio del Farrell (que también es algo forzado), sino por cosas como tratando tanto la psique del personaje se despachan en un nada su paso de pollo total a estratega consumado, cuando creo que deberían haberlo hecho evolucionar de forma más pausada; no voy a entrar en lo de si Alejandro era bisexual, homosexual u omnisexual porque no es plan, pero yo le habría quitado algo de pluma, que por momentos parece una locaza. También hay algunas cosillas como las ciudades donde Alejandro se dedicó a gobernar y eso que no son del todo ciertas, pero creo que bien son problemas menores.

Por cierto, que para variar, la imaginería de la película es casi perfecta, armaduras, ropas, etc, no se han sobrado un pelo; quizá quitando Babilonia, que tiene unas alturas que ya quisiera Minas Tirith.