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Acerca de AOH/Rasczak

Estudiante de ingeniería por las mañanas, diseñador gráfico freelance por las tardes, superhéroe por las noches...

Más uno, cuatro

Da miedo cómo pasa el tiempo a veces, hace dos días estaba aquí y hoy sigo aquí. Acojonante. ¿Verdad?

Lo que es realmente acojonante es que el TPF empezara a funcionar allá por el 13 de julio del año 2003 y a día de hoy siga existiendo, aunque sea obvio que tiene mucho menos movimiento y actualmente está casi en barbecho.

Muchas entradas, bastantes más comentarios, muchos más lectores (que probablemente muchos esten ya dedicándose a otros blogs con más movimiento) y una buena cantidad de grandes cosas que he sacado de aquí a lo largo de estos cuatro buenos años.

Cuatro años en los que el TPF, que han dado para varios rediseños, varios esquemas de colores, varios grupos de contenido (nunca me cansaré de decir lo poco que se parece el blog actual a la página sobre rol, wargames y frikismos varios que empezó siendo) y en fin, muchas cosas a lo largo de estos 1460 días (aproximadamente).

No estoy seguro de si llegaré a los cinco años con él, ahora mismo está la inspiración casi completamente de vacaciones, pero si eso ocurriera, sin duda alguna éste sería uno de los blogs más antiguos de España y de entre todos ellos, probablemente el menos famoso, a pesar de las onomatopeyas (o puede que gracias a ellas).

Gracias por leerlo. Por leerme.

PD: tengo el día ñoño, otro día me pondré a fondo con las onomatopeyas y los escatologismos.

Abducción documental

Cuando tiene un coche con veintitantos años y con más mierda que el palo de un gallinero puede esperar cualquier cosa de la vida, hasta las sorpresas más absurdas del mundo, como que un día notes que el coche se para en seco, y cuando sales fuera del rango de acción de la capa de dos dedos de barro e insectos aplastados en el parabrisas, descubrir que hay un almendro centenario donde antes estaba el radiador.

Sin duda alguna hoy ha sido uno de esos días en que las infrecuentes cualidades se unen a algunas más para conseguir que un coche de todo lo que puede dar. Al menos después de tantos años de servicio.

Érase una vez que se era, que iba mi persona pilotando alegremente dicho vehículo por una carretera convencional con un carril por sentido, acercándose a una velocidad adecuada y dentro de los límites establecidos para dicha vía a una redonda de dos carriles, con Lacuna Coil sonando a modo de banda sonora. Cuando, oh, que ven mis ojos. Ni más ni menos que todos los guardias civiles del mundo (y parte del extranjero), acechando cuales aves rapaces a los lados de la redonda, atrapando a los indefensos cervatill… perdón, que se me va, parando a todo bicho viviente con pinta sospechosa.

Acertasteis, mi coche es altamente sospechoso de incumplir al menos una docena de normas de circulación, varios puntos de la convención de Ginebra e incluso los niveles máximos admisibles para las emisiones de radiación. Así que estaba cantado.

El hombrecillo verde me indica amablemente que me eche a un lado y que pare el vehículo, y acto seguido me pide el carné de conducir. Yo, que soy previsor como el que más, ya estaba buscando el bote de vaselina para las emergencias documentales que hay en la guantera, por lo que pudiera pasar. Paso la prueba del carné sin demasiados problemas y entonces me pide lo del seguro, los papelillos técnicos del vehículo y poco más, que sorprendentemente encuentro en poco tiempo, aunque por si acaso lo he amenazado con pasarme alegremente la vida buscándolos porque no sabía donde podían estar.

Si yo no sabía dónde estaban los papeles, el marcianito tenía menos idea sobre qué tenía que mirar y qué no, porque ha tenido que consultar en más de una ocasión los datos con un compañero más viejo. Será que era la primera invasión a la que venía y claro, es que la experiencia es un grado y eso de invadir es algo que tampoco se hace todos los días. Algo que los polacos agradecerán mucho, porque cuando empieza una de las mundiales siempre son de los primeros en comerse el marrón, y la Estatua de la Libertad, que siempre que viene alguien de otro planeta es la primera cosa que ponen mirando pa Cuenca.

El caso es que le digo algo como “oiga Señor Extraterrestre, y ahora que estoy aquí parado en una posición un poco rara no se en qué dirección salir”, a lo que el Señor Invasor me responde amablemente que no tengo más que hacer una pirula, me meto por dirección prohibida que me dejan y a correr. Yo todo contento porque me voy a hacer una dirección prohibida delante de mil millones de números. Así que como el Pelocho me ha dejado, pues allá que voy yo a arrancar mi coche y seguir mi camino tan alegre.

Y cuando le doy a la llave de arranque… güinguinguinguinguinguinguinguin (esto es una onomatopeya ridícula para que parezca el sonido que hace mi coche cuando no arranca). El güinguinguinguinguinguinguin (la misma onomatopeya) se repite un par de veces y todos los señores del onceochoochentayocho me miran con los ojos como platos y expresiones horrorizadas (más o menos la misma cara que ponen los merluzos que se sorprenden de que en mitad de agosto, a las cinco de la mañana de un domingo, no queden cubitos en una gasolinera). Los invasores se acercan a mi ventanilla y me preguntan que si es habitual, a lo que yo respondo que no, que tranquilos, que seguro que no es nada, y se oye de fondo un grito que era tal que: “si llegamos a saber esto no te paramos”.

Me veo en ese momento en la triste tesitura de calmar a los tipos de verde, diciéndoles que a veces es que mi coche se ahoga un poco, que son muchos años de servicio, y aunque se trata de una máquina de precisión nanométrica ajustada hasta el mínimo detalle, a veces le da por fallar tontamente sin motivo. Oigo las gotas de sudor frío que les caen (chop, chop, y con la solana que hace) a los interfectos mientras se imaginan empujándole a mi poderosa mecánica que riete tú de la carraca del Alonso bajo ese sol que más que sol parece una parrilla puesta a mala leche sobre el lomo. Se oyen suspiros de alivio cuando digo que es que se ahoga. Sin embargo yo ya me veo metiendo tercera y soltando embrague mientras grabo con el móvil como me empujan la máquina de precisión media docena de etés (y otro que debía ser un alien, porque era más grande y brutote, nada de dedos de colores ni cosas por el estilo, además soltaba líquido a chorro, pero es que con el sol que caía no era para menos), aunque claro, grabar con el móvil seguramente habría hecho que me cayera una multa de cojones, pero… ¿A quién le importa en una situación así?

Al final, sin embargo, demostrando el poderío por el que después de taitantos años mi coche sigue, arrancó. Y salí de donde estaba aparcado haciendo una pirula y metiéndome por dirección prohibida, mientras me miran los mil y un hombrecillos verdes invasores de Marte del onceochoochentayocho pelocho. Qué gustazo saltarse una dirección prohibida tan alegremente y además con el beneplácito del poder fáctico en funciones.

Y seguí mi camino hasta el destino…

PD: Hoy, por primera vez desde que me saqué el carné hace ya más de un lustro le he encontrado uso.

PD2: He resistido la tentación de meter por aquí el chiste de la tortuga que va a cruzar la calle y cuando ve venir un coche grita “oh, no, matopeya”, para terminar de ilustrar debidamente el ruido que hace mi coche cuando no arranca, espero que os sintáis afortunados por no tener que sufrir ese espantoso horror en vuestras retinas.

I’m alive!!

O sea, que estoy vivo, pero dicho así en plan cosmopolita.

Que no me he muerto y siento los que perdieron la porra donde no sólo se decidía si estaba difunto o no, sino la forma en que había estirado la pata. A los que participaron en la porra y perdieron, sólo me queda una cosa que decirles: a joderse, panda de malnacidos. XD

A todos los demás, que ultimamente no tengo ganas de escribir, pero que sigo respirando, que dadas las fechas que son no es poca cosa…

Hala, echad por la sombra.

Rabieta pre-electoral (y más)

Aunque seguramente ya le dedicaré dentro de algún tiempo un post dedicado a mis grandes ídolos (los políticos), que ahora entran en un estado de febril actividad por el temilla de la campaña electoral y tal, voy a aprovechar para decir alguna cosilla que tiene algo que ver con la política.

Empecemos hablando del arte moderno. Haced el favor de estudiar con atención la siguiente fotografía, con especial atención al postmoderno homo cretinis que pulula sobre la corona de la estatua.

¿Arte moderno?

La estatua de la libertad y el… ese que está por encima, junto con el coche semidesguazado y demás basura de los alrededores pertenece a una serie de esculturas de «arte moderno» que se han diseminado (hábilmente, para que no puedas esquivarlas) por toda la ciudad de Cartagena. No podré decir yo nunca que tenga un ojo especialmente bueno para el arte, y que seguro que las consignas de «nos cargamos el mundo, penitentiacite, penitentiacite» que tenía la «escultura» funcionarán (sí… seguro… pondría la mano en el fuego… [silbidos]); pero es que os lo juro por Snoopy, al que reparte las autorizaciones para llamar a estas cosas «arte moderno» habría que cortarle los cojones.

A santo de qué, soberanísima castaña está en la calle. Que sí, que seguro que le costó un cojón y parte de otro pintar la parte de más arriba de la antorchita, y que el maromo suda la gota gorda cuando le toca «actuar» con un sol de justicia como el que cae estos días. Pero es que eso es un bodrio de aupa. Encima de todo lo habrán subvencionado… no se que hacer con los políticos ya… ¿Lo de la guillotina no se estila, verdad? Lástima.

No sé que pensarán también los dueños de los derechos de El planeta de los simios; con cuya escena final este ejemplo de «arte moderno» guarda más que ciertas similitudes.

Bueno, ya digo que será porque no tengo ojo para el arte (igual que sí tienen mucho aquellos que son capaces de llamar arte a una mierda pinchada en un palo con tal de no parecer tan retrógrados como yo, críticos, políticos y cretinos en general). Ahí queda eso.

Para continuar, ayer España hizo otra vez el ridículo mandando a Eurovisión a unos clones de los Backstreet Boys (un poco tarde me parece a mí ya), a cantar una canción de nombre I love you vida mía. Pero vamos a ver, señores que eligen a esa gente, que parece que no vieran quienes ganaron el año pasado… ¿A quién coño se le ocurre mandar semejante despropósito (solamente superados en el grado de vergüenza ajena que provocan por las Ketchup el año pasado? ¿Estamos tontos o qué?

Ahora se quejan del mal resultado diciendo que lo que pasa es que los países del este juntan cucas y se votan entre ellos, y claro, como son más… De siempre se ha sabido que Eurovisión es un certamen muy politizado, donde los países se besan el culo vilmente, pero el caso es que desde que se permite votar a la s poblaciones la cosas se ha democratizado de verdad.

Así que por favor, apechuguen con las consecuencias y no tiren balones fuera, no quieran echarle la culpa a la política sin mandan a un concurso una mierda y les dicen que apesta…

He dicho. XD

Hasta los cojones

El blog es mío y me lo follo como quiero. Empezamos fuertecito. ¿Eh?

Si hace no mucho tiempo escribía a modo de cachondeo esto, hoy no tengo ganas de escribir chorradillas.

Si normalmente suelo estar de vuelta y media sobre los asuntos de la intimidad en casa, hoy ya estoy de un encabronado subido. De las últimas cuatro o cinco cartas que hayan llegado a casa a mi nombre, sólo una, que yo recuerde me ha llegado intacta, el resto siempre me han llegado abiertas y bien cotilleadas, las más sangrantes dos facturas del contrato del móvil en que me llegaron a admitir que estuvieron mirándome a qué números llamaba (y seguramente comprobando si los conocían) y ya hoy, por último, un extracto de retenciones de ciertos pagos por trabajos que hice en la Universidad el año pasado, donde dice bien clarito el dinero que me he sacado por mi cuenta.

Conclusión: en mi familia nadie tiene ni puta idea de lo que significa la palabra «privado», pero es que el día que me abran una carta con contenidos personales, va a arder Troya. Si eso ocurre, tranquilos si desaparezco un tiempo que estaré buscando piso y trabajo.

PD: Aun así, estudiaré cualquier oferta de trabajo que me pongan sobre la mesa.